miércoles, 28 de abril de 2010

El otro lado (Continuación)

Boungiorno continúa con sus espejismos: ver un sujeto igual a él a través del espejo. Se encuentra sentado en el comedor, hay un espejo gigante en la sala, desayuna, se cae la servilleta, él se agacha a recogerla pero el reflejo se queda allí, estático. Muy angustiado, Boungiorno se mueve, va y viene frente al espejo para ver si ocurre algo, deja de insistir, sale a la avenida, camina pensativo, las personas lo observan con extrañeza, pero Boungiorno no presta atención hasta que una niña que va en un bus, lo señala y lo sigue con su mirada. Él se gira para ver si ha sucedido algo, pero al no darse cuenta de que Luigi realiza sus mismos movimientos sigue su camino. Pasa por aquella tienda de electrodomésticos donde está su televisor LCD para ver el mundial, en el reflejo del vidrio Luigi lo saluda provocándole un gran susto. De ahí en adelante, en el más mínino reflejo que observa, mide sus movimientos: a veces lentos, a veces muecas, otros a toda velocidad. Boungiorno camina por la acera repleta, hay mucha gente con su doble a la espalda, los persiguen imitando sus pasos como sombras en carne y hueso. Boungiorno corre a su trabajo, entra al ascensor, Luigi juega con él en el reflejo. Sale corriendo de allí, se sienta en su escritorio, impactado e inquieto enciende el computador. Mientras se tranquiliza cree que todo es parte de su imaginación, se acomoda e inicia con el informe, escribe algunas líneas, alguien lo llama. Al girar, Luigi sale de un borde de la pantalla y borra lo recién escrito. A su retorno, desconcertado, piensa que es alguna broma de sus compañeros pero no hay reacción de ellos, reinicia sus actividades. Al transcurrir la tarde, la oficina se desocupa y, Boungiorno, mucho más tranquillo, se queda trabajando para terminar sus labores. El computador tiene interferencias: se va la señal del monitor, revisa la conexión, aparece un fondo azul, Luigi lo arregla. Otra vez se va la señal del monitor, otra vez revisa la conexión, otra vez aparece un fondo azul, otra vez Luigi lo arregla. Otra vez. Boungiorno se cansa del vaivén y se queda sentado, inmóvil. De repente aparece Luigi, saca su mano del monitor, le indica que lo siga, ahora Boungiorno lo sujeta de la mano y entra en el monitor.

Ricardo Daza
Franklin Barrios
Yeison García

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